viernes, 12 de abril de 2019

CALIGRAFÍA DEL EXILIO


Número “3”, Colección de Textos Dispersos de SR

CALIGRAFÍA DEL EXILIO

- PADRE
- AL SEÑOR DEL VERSO ECUATORIAL
- RECORDANDO UNA TARDE EN EL PARQUE DE LAS IGUANAS
- FEBRERO, DÍA OCTAVO



PADRE


I

¿Dónde estabas

padre

esa noche

cuando un aviador solitario devoró de un salto único, por vez primera, el cielo del Atlántico?


¿Cuál fue el barco que te trajo de Odessa a Buenos Aires

y el tren que te llevó a Chile

y la ola que te ancló en Guayaquil?


¿Y tus amantes,

esas mujeres del sur que te regalaban delicados perritos de lana que aún juguetean prisioneros contigo en las fotografías del álbum familiar, ¿cómo eran?


¿Y esa eléctrica información telegráfica que tú seguiste hipnotizado junto al puñetazo macanudo de Firpo que expulsó fuera del ring al brutal yanqui Dempsey? *

¿Y la seda de tus corbatas?


¿Y tus tangos?


¿Y tu tranvía que corría desvaneciéndose por la avenida Alfaro

allí

en el borde de los bombardeos de la segunda guerra mundial cuando Alemania extendía su color nazi por Europa hasta que el pueblo soviético de Stalingrado congeló esa invasión con un  invierno y dos millones de cadáveres?


II

Han pasado los años

padre

y aquí me tienes exiliado en una terraza del Distrito Federal de México

y en vano trato de concentrarme en un argumento que debo entregar mañana al Centro Universitario de Estudios fílmicos.

(A propósito,

¿recuerdas que en mi infancia,

tú me acompañaste a ver aquella película en negro y blanco que inició mi afición por las imágenes en movimiento en ese viejo cinematógrafo 

allá

en el  barrio de los astilleros?) 

III

En la terraza,

un breve perro idéntico al de tus fotografías,

como si se hubiese escapado del álbum familiar por encima del tiempo y de tu muerte,

juguetea,

hoy,

a mi alrededor

mientras al azar elaboro estas preguntas y tantas otras que nunca tuve la claridad o la valentía de hacerte, por ejemplo:

‘¿Quién eras, padre, quién, quién eras?’,

interrogaciones que se han quedado en mi alma,  para siempre, sin respuesta…

1979, agosto. México DF, Colonia del Valle

* La llamada ‘Primera pelea del siglo’ (15 asaltos por el campeonato mundial de los ‘pesados’), enfrentó al estadounidense Jack Dempsey (1895-1983) versus el argentino Luis Ángel Firpo (1894-1960), el 14 de septiembre de 1923, en Nueva York. El combate concluyó con una decisión que aún causa polémica.








AL SEÑOR DEL VERSO ECUATORIAL

Gracias a su respiración de imágenes y palabras,

Hugo Mayo, *

señor del verso ecuatorial del siglo veinte,

yo cultivé semejanzas y diferencias

con usted

con su vocabulario adán

con su particular gramática

con su utopía civil

con sus ochenta espléndidos años que se atropellan todavía encima de su ‘Motocicleta dadá’,

revista y carretera que atravesé con los pies descalzos de muchacho deslumbrado

desde su ‘Zaguán de aluminio’,

áspero texto suyo cuyos originales se extraviaron misteriosamente en una imprenta oficial y tuvo que recuperarlos, letra a letra, de memoria, sesenta años después,

hasta aquel día mexicanísimo cuando el presentimiento estrujó mi corazón y dejando inconclusa mi tarea cotidiana
de pronto grité:

‘Necesito escribirle al maestro’

y sin esperar contestación en esa época aún humana pero lentísima anterior a las computadoras,

envié al azar
por el correo antiguo

un mensaje escrito a mano

dentro de un sobre escoltado por vistosas estampillas,
dirigido a su

‘Departamento de Rentas del Palacio Municipal en ese Guayaquil inexplicable del Ecuador país amazónico ubicado en la América del Sur’,

oficina en donde su musa iconoclasta

y usted,

en una especie de herejía y sacramento

flotaban

entre operaciones matemáticas

e informes burocráticos

y trámites administrativos conducentes a fijar impuestos o exenciones

pero

por una pirueta del destino

de alguna manera mi carta se cruzó con su respuesta
que encerraba

una metafórica despedida del paisaje y una dedicatoria para mí

entretejidas en su terrible y bellísima “Magia de un final”,

tesoro que mis duendes extraviaron en alguna inesperada esquina del tiempo

aunque yo lo he conservado íntegro y celoso en mi corazón confundido y en mi furiosa memoria,

¡Poeta!,

así aprecié tu gesto al igual que una invitación o una aprobación tácitas para que yo continúe creando imágenes y palabras

al margen de los premios oficiales y de las ediciones de lujo y de las antologías arbitrarias y de las academias

asumiendo entonces que me habías aceptado por fin y en silencio como era tu costumbre  

a la manera de un casi inevitable y pobre heredero literario de tu estirpe

por ser tal vez

tú y yo

tan distantes en el estilo y en el gusto de las generaciones

y sin embargo

tan próximos en la libertad y en la lealtad al rayo del pueblo

y al fuego sin tregua de la poesía.

1981, febrero. México DF, Colonia Roma

* Mayo, Hugo, seudónimo de Miguel Augusto Egas (Manta 1897-Guayaquil 1988). Introductor de la vanguardia en el país (1919-1933), creó su revista dadaísta ‘Motocicleta’ (1927) para chocar contra el modernismo. A pesar de esto y, sobre todo, en cuanto al estudio de las posibilidades polisemánticas y antípodas del vocablo, influyó en el ‘Club 7’ (pues siempre fue muy amistoso y muy conversador con sus miembros) en cuyo primer libro plural, presentó a Gastón Hidalgo Ortega (1929-1973). En: Benavides, Espinel, Hidalgo, Ledesma y Román. ‘Club 7’. Guayaquil, Casa de la Cultura, 1954. (Págs.45-46, de 99). Se dice de ‘Motocicleta’, que circularon sólo cuatro números, hoy extraviados. / Después de 1933, HM trabajó en la Municipalidad de Guayaquil desde donde, en sus breves ratos libres, mantuvo correspondencia con algunos literatos del mundo. Publicó ‘El zaguán de aluminio’ (1982, sesenta años después del extravío de los originales en la imprenta, 1922). Por eso, incluyó una nota inicial que subraya: ‘Lo que más recuerdo de los 15 poemas que lo integraban, está aquí.’


RECORDANDO UNA TARDE EN EL PARQUE DE LAS IGUANAS


Aún convaleciente

del trauma que te provocó ‘El extranjero’ (de Camus), *

ese sinsentido de la existencia que te obsequió Mónica en la clínica donde te recuperas de la reciente agresión que te causaron tus enemigos políticos en la esquina de las calles 10 de Agosto y Boyacá,

ahora,

a paso lento transcurres por un espacio desconocido aunque lo habías visitado muchas veces antes pero nunca bajo la seducción de la yerba que te complace y te hipnotiza

de pronto

al otro lado de la fuente

una pareja de adolescentes embellecidos por su aproximación al sexo

y el regocijo de la vegetación tropical

revientan

en ti

algo sustancial y seroso

y las imágenes y las palabras del texto francés que llevas en tus manos, transparentan la realidad y la transforman

y quisieras huir o dejarte caer porque la ansiedad te sofoca

y Mónica* lee, en voz baja, solo para ti, la mejor página del libro cuando el personaje principal avanza hacia la muerte en medio de los gritos de júbilo de la multitud que, antes que el verdugo, ejecuta el crimen que tú observas con los ojos cerrados

de pronto

conoces al señor Camus en un asiento vecino en el instante desde el cual confiesa que cada acto y cada omisión no fueron colocados al azar sino que están allí hasta la eternidad

espiándote

con tierna crueldad inagotable

con amoroso odio

para herirte y refaccionarte y volver a herirte

dentro de un infinito e ilimitado círculo de rosas amarillas.


1983, s/m. San José CR, La Uruca

* Camus, Albert (Argelia, 1913-Francia 1960), autor de ‘El extranjero’ (1942), novela emblemática del existencialismo [una de las tres corrientes estético-políticas que influyeron en la poesía del ‘Club 7’ (Ecuador, 1951-1962). Las otras dos corrientes fueron, la floración íntima y el compromiso social.]

* Mónica Lys (autora de ”Temario”), escritora guayaquileña de la década 1951-1962: “Horizonte”,  “Club 7”, etc.














FEBRERO, DÍA OCTAVO


Quizá

por última vez

aquí

en el espejo

y ‘antes del desayuno’ *

contemplas

la navaja y la espuma y el asombro que usas para afeitarte

y el agua extranjera que forma hilos breves y perlas diminutas

contra tu rostro

en donde apenas puedes reconocer el gesto de aquel adolescente que

alguna vez

fuiste

en ese Ecuador tuyo y ajeno

entonces

tiembla en tus manos la navaja

y en tu cuello luces un tenue collar purpurino

bajo una melancolía mansa que va cubriendo y borrando tu cuerpo y tu sombra

hasta la eternidad

pero

mañana

después de las investigaciones que tu ausencia provoque

el gerente del hotel mayor de esta ciudad de …

ordenará la limpieza minuciosa de esa habitación que has venido ocupando durante siete lunas

según reza el registro que firmaste en calidad de huésped

en tanto

la oficina internacional para la cual trabajas

puntualmente

remitirá este papel y otros etcéteras

a tu casa en Curridabat de Costa Rica

aunque esa ‘limpieza minuciosa’ deje fuera del inventario

los capítulos siguientes:

Primero.- Sueños rotos.
Segundo.- Enlaces frágiles.-
Tercero.- Decisiones suspensivas.

Y la revolución permanente que

a pesar

de la burocracia y del imperialismo

continuará estremeciendo el mundo y enrojeciendo nuestros corazones

y la intimidad y el riesgo, amor, que compartimos gozosos

y la lección de dignidad del pueblo nuestro de cada día y de cada noche

y la poesía

espejo que nos ahogó y nos resucitó

en su luz.

Siempre.

1985, s/m. Curridabat CR, De la Plaza del Sol: 550 metros al sur

* ‘Antes del desayuno’ (1916), monólogo de Eugene O’Neill (EE. UU. de A., 1888-1953). Un hombre a quien el público no ve pero adivina, está afeitándose en el cuarto de baño. La mujer, a quien sí se ve en la sala-comedor, habla y habla y habla. Así, en un espacio y en un tiempo mínimos, entre el despertarse y el tomar el primer alimento, y entre una habitación cerrada y una habitación escondida, ocurre el suicidio, fuera de acta, al estilo clásico.



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